Las perspectivas de la economía global.
Patricio Guzmán
Un nuevo ciclo.
Todavía no sabemos cuanto durará la recesión actual, calificada como la Gran Recesión, ‘la más grave desde la depresión de los años 30’, hay comentaristas que creen que puede terminar siendo más seria que la ‘Gran Depresión’ que comenzó en 1929. Algunas de sus características ya permiten calificarla como una crisis económica única en su gravedad; ha afectado en primer lugar a los países más desarrollados, comenzó en la mayoría de ellos por el sector financiero (el corazón del capitalismo globalizado), se han necesitado gigantescos traspasos de fondos públicos y la intervención del estado para evitar el colapso pero aún así no se evitó que la crisis terminara dando lugar a una recesión global, el contagio desde EE.UU. se extendió por todo el planeta con una rapidez nunca vista a partir de los instrumentos financieros derivados (que supuestamente difuminarían el riesgo) la duración hasta ahora cercana a los dos años desde el estallido de la burbuja de las hipotecas ‘sub prime’ en EE.UU. ha sido inusualmente larga.
Tras la Segunda Guerra Mundial siguió un largo periodo de gran crecimiento de la economía mundial que se interrumpió con la recesión de los años 70, el estancamiento económico de esos años fue acompañado de inflación, un fenómeno nuevo conocido como ‘estanflación’. La respuesta de las empresas y los gobiernos a esta recesión introdujo modificaciones importantes en el modelo de acumulación capitalista de la economía que tuvieron impacto en el planeta. No se puede entender la situación actual, sin una mirada a esas transformaciones.
Al buscar a los culpables de la recesión mundial actual, se ha insistido sobre la responsabilidad del sistema financiero irresponsable y ávido de ganancia, los nuevos instrumentos financieros derivados y de futuro incomprensibles para el grueso de los inversores, y el desarrollo del mercado global , todo ello favorecido en los manejos especulativos por la falta de regulación y control. Pero ello da cuenta solamente de una parte de los fenómenos, a ello hay que agregar el fracaso del sistema financiero internacional, establecido por las grandes potencias capitalistas después de la Segunda Guerra Mundial, sobre la base del dólar fuerte, imposible de sostener con el creciente déficit fiscal y comercial norteamericano, y la caída de la tasa de inversión en capital fijo desde los años 60, para ser desplazada por la inversión en los mercados especulativos cada vez más grandes, con retornos imposibles de obtener en la producción real de bienes y servicios. Con el desarrollo de nuevos productos y tecnologías el sistema financiero pasó a ocupar un lugar nunca antes visto en la economía, se extendió más allá de la banca tradicional, y las grandes cadenas detallistas desde supermercados hasta tiendas de departamentos pasaron a basar sus modelos de negocio en actividades financieras. Avanzó la bancarización de los consumidores y se introdujeron ampliamente las tarjetas de crédito tanto bancarias como comerciales, lo que dinamizó el consumo abriendo expectativas desconocidas anteriormente para los asalariados, a la vez que universalizó el alto endeudamiento, y se transformó en una traba adicional para la acción reivindicativativa colectiva, sobretodo de la huelga.
A pesar del descenso en la tasa de inversión en capital fijo, que mencionamos antes, una masiva introducción de innovaciones tecnológicas se extendió por el mundo a partir de la década de los años 70, basada en la microelectrónica y las tecnologías de información y comunicación que se incorporaron a la producción, este desarrollo dio paso a un modelo de producción de la era digital más ágil, con la masificación de los computadores, de la automatización, de métodos gerenciales muy sofisticados, y finalmente con la ubicua presencia de la Internet, que desplazó a los paradigmas anteriores de la empresa ‘Fordista’ y ‘Taylorista’, propias de la época de predominio de la industria electromecánica. Una de sus consecuencias ha sido una modificación muy importante de la fuerza laboral, tanto en su ubicación geográfica como en su calificación, porque el nuevo modelo permitió la deslocalización de grandes sectores de las industrias intensivas en mano de obra hacia países o regiones con remuneraciones muy reducidas, baja sindicalización y férreo control político. La externalización de procesos y la subcontratación se transformaron en fenómenos habituales. Conocimientos de computación y de la lengua inglesa han comenzado a ser considerados parte del bagaje básico del trabajador (la nueva alfabetización digital), a la vez que los nuevos procesos exigen trabajadores con capacidad de tomar muchas más decisiones que antaño, lo que se ha dado en llamar ‘empoderamiento’. Se ha extendido la tercerización de la economía, y el trabajo precario, sin respaldo de contrato laboral indefinido y con garantías en caso de despido. Incluso el trabajo a domicilio a reaparecido con fuerza en todos los segmentos socio-económicos de la clase trabajadora.
Esas fueron décadas de gran crecimiento, que aunque fueron salpicada por cortos episodios recesivos, solo fueron interrumpidos seriamente por la recesión mundial de los años 70.
El relanzamiento del crecimiento capitalista después de la recesión internacional de los años 70, además también en gran medida estuvo basado en la reconquista para el mercado capitalista y su lógica de la maximización del lucro privado, de los sectores asumidos por el estado con una lógica distinta a la del mercado, la de los derechos fundamentales garantizados en ámbitos tan diversos como Seguridad Social con sus sistemas de pensiones y de salud solidarios, y seguros de desempleo, Educación pública, y Vivienda Social.
A lo que hay que agregar la restauración capitalista en la mayoría de los países del mal llamado ‘socialismo real’ de matriz estalinista. Todo lo anterior relacionado directa o indirectamente con la reducción de los costos salariales, (tanto directos e indirectos, presentes y diferidos) y la paralela reducción de la importancia de los sindicatos, y de los partidos políticos vinculadas con el mundo obrero y popular, muchos de los cuales sencillamente desaparecieron, o se convirtieron en formaciones vinculadas con las clases dominantes y la gestión gubernamental a favor de los intereses de las grandes empresas.
De esta manera los capitalistas pudieron reducir los costos laborales, y pusieron fin a muchas de las conquistas sociales y concesiones que se vieron obligados a hacer a la clase trabajadora tras el fin de la Primera Guerra Mundial, y sobretodo después del término de la Segunda Guerra Mundial y la emergencia de la Guerra Fría. Así mientras el primer periodo de crecimiento continuado que fue desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la Recesión Mundial de la década de los 70 estuvo acompañado de importantes mejoras en los salarios, de la seguridad social, y de las condiciones de vida de la población trabajadora y sus familias. Hubo incluso, sectores minoritarios pero importantes y altamente sindicalizados de la clase trabajadora que consiguieron remuneraciones que llegaron a desplazar a los pequeños rentistas (poseedores de pequeñas cantidades de títulos y acciones) en la posición que ocupaban en la distribución de la riqueza de la sociedad, lo que está bien documentado en estudios sobre la distribución de la renta en sociedades desarrolladas. El segundo periodo de crecimiento, que siguió a la recesión de los años 70, el de la globalización neoliberal, por el contrario ha ido acompañado de la disminución de los costes salariales y la disminución relativa de las remuneraciones y otras conquistas sociales, muchas de las cuales ha dejado de pertenecer legalmente al dominio de los ‘derechos’ (y que por tanto la sociedad debería tratar de satisfacer) al dominio de las ‘libertades’ (que cada individuo es responsable de ejercer) que en la práctica pasan a ser mercancías (como buena educación, salud, vivienda) que se pueden adquirir solamente en la medida que se cuenta con dinero.
Uno de los resultados de estas mutaciones ha sido una aceleración de la concentración de la industria financiera y en general de las empresas capitalistas – con lo que ellas escapan parcialmente del mercado con practicas oligopólicas y monopólicas - que va de la mano con la concentración la riqueza en las sociedades. Un capítulo en el que junto con los capitalistas ‘inmensamente ricos’, destacan los miembros de la alta dirección y gerencia que han visto multiplicar sus ingresos varias decenas de veces, e incluso después de los quiebres de las empresas que gestionaban los hemos visto retirarse con fortunas como premio a su gestión.
Un periodo recesivo y de crecimiento lento.
Si estamos en lo cierto lo que nos depara las próximas décadas es un nuevo ciclo caracterizado por recesiones y crecimiento lento. El capitalismo no va a desmoronarse por si mismo, por lo mismo una cierta recuperación económica futura es posible, pero será una recuperación precaria, sin una base sana, que anticipará nuevas crisis y nuevas recesiones.
En el periodo reaccionario global que se extendió por el planeta especialmente en la década de los 90, junto con el debilitamiento de los sindicatos, y de la actividad en sus bases, se consolidó un cierto sindicalismo ‘de acompañamiento’ comprometidos con el sistema capitalista y los gobiernos, del cual la CUT de Martínez es un buen representante. Hay que señalar que los sindicatos junto con organizar a los trabajadores para la acción reivindicativa colectiva; para defender el empleo, los salarios, la condiciones y jornadas de trabajo y la condiciones generales de vida, siempre tienen un papel de mediación e interlocución con la patronal y las autoridades. Lo que ha ocurrido en los años 90 es que los sectores del sindicalismo, que solemos denominar ‘amarillos’, se convirtieron en general en las fuerzas que pasaron a controlar las centrales obreras, se autonomizaron de sus asociados, y subrayaron el papel de mediación pero al servicio de la paz laboral y los intereses del capitalismo, asumiendo la lógica de la ganancia empresarial y del mercado. Hay que recordar que la economía es el resultado de la actividad en la producción y la distribución de bienes y servicios de los seres humanos, la clase trabajadora juega un rol fundamental en la sociedad capitalista, por acción o por omisión. Por acción cuando se organiza sobre la base de la conciencia de propósitos comunes, y puede poner en la balanza de poderes el peso del número contra las clases dominantes y aquí sindicatos genuinos juegan un rol fundamental en la manera como se redistribuye la riqueza de la sociedad, por omisión cuando está ausente de la balanza de poder como fuerza organizada. El sindicalismo ‘amarillo’ que hoy es hegemónico en nuestro medio no cumple un papel progresivo, por el contrario sirve para bloquear la acción colectiva, es un estorbo para la obtención de reivindicaciones para los trabajadores y sus familias.
La Gran depresión de los años 30, siguió a un periodo de estabilización y crecimiento del capitalismo en la segunda mitad de los años 20 en trazos generales que varían mucho de país en país, en este sentido hay un paralelo con la recesión actual. Durante la Gran Depresión de los años 30, en muchos países, un relanzamiento tímido del crecimiento económico tras la primera debacle dio paso a un periodo de luchas sindicales y gran actividad política y social de la clase trabajadora. En muchas ocasiones las crisis bruscas e inesperadas, provocan un primer momento de incertidumbre y temor al futuro que pueden actuar como paralizantes de la actividad colectiva, es probable que como sucedió en el pasado, un respiro en la Gran Recesión Global actual, un cierto relanzamiento moderado, ayude a una actividad reivindicativa más generalizada, y abra las puertas a la reconstrucción del sindicalismo genuino. Es un error pensar que la persistencia de la crisis, y el aumento del desempleo, por si solos provoquen la resistencia de los trabajadores. Se necesita también una maduración colectiva, el rechazo de los mitos del sentido común individualista y de mercado entre los líderes naturales de la clase trabajadora. El reforzamiento de los sindicatos genuinos, la reconquista o refundación de las centrales sindicales, y de los partidos políticos de masas, políticamente al servicio de la clase trabajadora.
La actual recesión ha puesto sobre la agenda no solamente la necesidad de reconstruir partidos de masas de la clase trabajadora, sino también la urgencia de reforzar un sindicalismo genuino al servicio de los trabajadores, sin compromisos con la patronal. Se necesita un sindicalismo capaz de dar respuesta a las mutaciones de la composición de la fuerza laboral, y del nuevo mundo económico en el que actúa el sindicalismo, para reencantar a los trabajadores y cumplir realmente con las tareas y responsabilidades que se espera de los sindicatos, en todos sus niveles.
La recesión global acabará... ¿el próximo semestre?
Nuevamente en lo que ya parece un ritual desde el comienzo de la recesión, se han producido anuncios optimistas respecto al relanzamiento económico. Los grandes medios han hablado de la mejora en los indicadores económicos en los EE.UU. – y ello no sería un asunto menor porque la norteamericana por si sola representa cerca del 30% de producto mundial – pero por el momento es una verdad a medias. Hoy la Reserva Federal (el Banco Central en EE.UU.) informó que en junio pasado los indicadores vinculados a la producción mejoraron, porque cayeron menos (un 1.8% negativo en lugar del 2.3% negativo de mayo) y con eso tendríamos el mejor resultado desde octubre de 2008.Ataques contra las conquistas y las condiciones de vida de los trabajadores.La recesión global ha dado paso a la Crisis Social.
En todo el planeta estamos frente a un aumento del desempleo. En muchos países desarrollados la tasa oficial de desocupación ha traspasado la barrera de los dos dígitos, y por supuesto en los países dependientes la situación es peor. Normalmente hay un desfase entre el comienzo de una recesión y el aumento del paro forzoso. Se espera que la cesantía continúe en aumento en los próximos meses.
Más allá del aumento de los desempleados, se vislumbra el empeoramiento de las condiciones de los que trabajan. Esto se venía produciendo junto con la concentración de la riqueza como resultado de la globalización capitalista, ahora se acelerará. Hay que recordar por ejemplo que en Chile, ya antes de la crisis, los trabajadores precarios de todo tipo que carecían de contrato laboral sumaban más del 50% de la fuerza laboral.
Todas las promesas de superación de la pobreza a comienzos del siglo XXI (el compromiso del milenio), se han venido abajo. A nivel planetario, de acuerdo con datos de la ONU, las personas que viven en la extrema pobreza han aumentado hasta 1.500 millones, lo que supera ampliamente un sexto de la humanidad.
Renovadas amenazas al medio ambiente.
La identidad entre crecimiento y desarrollo, es una de las falacias propias del pensamiento económico convencional, heredero del positivismo que cree en el desarrollo lineal, y ve a la naturaleza como un bien libre apropiable por el ser humano, sin mayores consecuencias. Esta identidad entre crecimiento y desarrollo, no se limita solamente al pensamiento dominante de los países capitalistas, una de las características de los regimenes de matriz estalinista, con su acento en el crecimiento extensivo y la industria pesada, fue el desprecio por las consecuencias medioambientales de planes gigantescos, las consecuencias en la ex URSS, por ejemplo han sido catástrofes como la de Chernobyll, o la parcial desaparición y envenenamiento del Mar de Aral, el mayor lago de agua dulce el mundo.
Por supuesto, los seres humanos siempre han afectado el medio natural, pero desde la aparición de la producción industrial, y la multiplicación de la población humana que permitió el capitalismo, el daño ecológico aumento de manera exponencial, no dando lugar a la auto reparación de los sistemas. Los efectos de la civilización capitalista sobre el medio ambiente, han disparado todas las luces de alerta en el periodo de globalización. Ya no son nichos aislados aunque importantes los que están en peligro definitivo, si no el conjunto del planeta que nos cobija, por problemas como la contaminación , la deforestación, la sobreproducción de desechos tóxicos, la dependencia energética de los combustibles fósiles, que se están combinando todos en la aceleración del cambio climático conocido como ‘calentamiento global’, y que podria dar lugar a acontecimientos cataclismicos.
La recesión no ha significado una mejoría para la situación del medio ambiente. Por el contrario los estados han relajado muchas regulaciones y prohibiciones para permitir el relanzamiento del crecimiento económico. Así zonas del mundo previamente protegidas, al menos en la ley, como mares, el subártico o la selva del Amazonas, son objeto ahora de desregulaciones lo que podría acelerar problemas con consecuencias potencialmente catastróficas como el calentamiento Global.
Como ya hemos señalado, la ideología dominante ha construido una identidad entre crecimiento económico medido por el PIB (que no distingue entre la producción de un millón de dólares por desechos tóxicos, armas de destrucción masivas o mantequilla) y el desarrollo social. Si nos quedamos en esta trampa ideológica economicista no podemos proyectar una sociedad socialista y democrática alternativa, que resulte verdaderamente atractivo para los jóvenes, los y las trabajadores, los pobres, los pueblos indígenas y las minorías oprimidas, que como siempre en las crisis resultan el chivo expiatorio sobre los que las clases dominantes y los políticos fascistas intentan desviar la frustración y la ira de los que sufren la recesión. Pero la propia profundidad de la crisis nos permite dirigirnos a una audiencia mucho más receptiva y ganar nuevas capas para las ideas de transformación socialistas de la sociedad.
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